sábado, 24 de marzo de 2007

Sobre el enfoque para abordar el hipertexto

Hay como un reclamo general, ambiental, porque toda tentativa de explicar lo que ocurre en cualquier campo de lo real descanse sobre bases teóricas firmes; en ciertas disciplinas se exige, incluso, aunque de manera un tanto mecánica, que se explique, antes de empezar a hacer nada, el "marco teórico" en el que se actuará.

Noé Jitrik, Temas de teoría, 1987

Un concepto puede leerse y abordarse desde diferentes puntos de vista, que cada vez más, atraviesan el campo de lo interdisciplinario; de allí la necesidad de la teoría como estructura para el estudio del hipertexto. Este documento pretende que la teoría y el ejercicio práctico se vuelvan parte del texto; es decir que formen parte del mismo espacio discursivo. En otras palabras, usamos el lenguaje hipertextual para construir nuestro marco de referencia conceptual sobre el hipertexto.

Antes de enunciar los referentes teóricos que estructuran el marco de referencia conceptual se hace necesario precisar el contexto de la reflexión. El contexto nos es dado, en primer término, por una necesidad de revisar y resituar el enfoque conceptual del hipertexto en la Especialización en Literatura con énfasis en producción de textos e hipertextos; un enfoque que en la teoría y en la práctica ha soslayado las transformaciones textuales dadas por la mediación tecnológica. Este último aspecto, constituye la base sobre la cual se asientan nuestras búsquedas y construcciones. De ninguna manera queremos reducir el hipertexto a una práctica concreta (la que se da en el ámbito electrónico), todo lo contrario, lo que pretendemos con este enfoque mediacional, es hacer evidente la siempre bienvenida recomendación de Jhon Dewey (1964): "No hay mejor teoría que una buena práctica".

No renunciamos, entonces, al inventario reflexivo de las concepciones sobre hipertexto, sino que hacemos de éste una forma de ejercicio metacognitivo hipertextual, que nos permita aprehender conceptos y prácticas. El repertorio es amplio, y muy posiblemente inabarcable, pero abrimos los trayectos posibles desde dos horizontes: el hipertexto como fenómeno cultural, estudiado por la filosofía, la comunicación, la literatura, etc.; y el hipertexto como desarrollo tecnológico, abordado contemporáneamente por la informática. Nuestro enfoque se sitúa en una suerte de convergencia de saberes o si se prefiere, exige, un diálogo interdisciplinario.

Nuestro enfoque es la experiencia mediada, base de la cultura, que se construye cada vez más gracias al intercambio simbólico con mediación tecnológica. La sociedad contemporánea encuentra su dinamismo en lo que acertadamente denominó Piscitelli (2002) la construcción tecnológica de la cotidianidad, que es en suma la cultura, donde emerge un nuevo tipo de sociabilidad que convive, no sin resistencias, contradicciones y reservas, con otras formas históricas de sociabilidad. Esta mediatización, caracterizada por el desenclave (Giddens, 1997) producto de la separación espacio-temporal, exige un nuevo modo en el diseño de las interacciones, unas gramáticas nuevas que estructuran, de un modo inédito, las prácticas sociales, incluida en éstas la educación.

La sensibilidad en el hipertexto

El hombre es hipertexto, siempre ha leído en hipertexto y ha hecho lecturas hipertextuales aún sin advertirlo. El acto de leer involucra irremediablemente tanto al autor como al lector: las emociones, los deseos, los pensamientos y los sueños de ambos, interactúan. Es por ello que leer y escribir son un arte desde el goce, que genera sentidos y transformaciones.

Así como leer supone una preparación, un ritual, la escritura se convierte en una dolorosa transformación del sujeto; plasmar sus deseos, sus ideas, en códigos que no logran expresar con fidelidad lo qué pasa en su interior; es el riesgo que asume quién se enfrenta a ésta peligrosa aventura.

En la creación de hipertextos hipermediales, el autor genera en el lector experiencias sensoriales; lo lleva a pasear por lugares desconocidos; le brinda la posibilidad de actuar significativamente en ese espacio concreto que es el hipertexto entendido como actuación; lo sumerge en la realidad virtual; lo invita a interactuar con los personajes, participando en la narración como inmersión y le da el poder de transformarse, de olvidarse de sí; puede ser espectador o personaje, eligiendo libremente. Estos son los placeres estéticos que le debe ofrecer la literatura hipertextual al lector de acuerdo con Janet Murray.

El autor del hipertextos tiene que seducir con las palabras, cumplir con condiciones para que el texto tenga movimiento y significación. De ahí que la brevedad en las palabras, como una de estas condiciones, están en un juego constante, en un devenir. En consecuencia se debe escribir por lexias o unidades de sentido, y no por párrafos.

Como otra condición aparecen la conjunción palabra-imagen, tomadas como complemento la una de la otra. La primera, induce y provoca; la segunda, agudiza los sentidos, impacta. En este sentido, la brevedad obliga a usar los nodos, los enlaces y las lexias, lo que conlleva la no linealidad, que es una de las condiciones en la la creación de hipertextos. La conjunción de palabra e imagen necesariamente responden a un diseño especial, que es una condición predeterminada e implícita.

martes, 20 de marzo de 2007

Hipertexto una nueva forma de comunicación


Con la globalidad del espacio el entorno cambia, la necesidad de conocer e interactuar en dicho entorno se hace urgente. Las nuevas tecnologías de información y comunicación han generado nuevas formas de comunicación y por consiguiente nuevas formas de relación, que exigen un conocimiento adecuado de las herramientas tecnológicas para hacer posible el procesamiento de la información.

El texto se convierte en un objeto digital que adquiere otras características a las del texto escrito como son la interactividad, que posibilita multiplicar las formas del discurso narrativo, la no secuencialidad, que permite crear diferentes trayectorias, los vínculos, que hacen posible el procesamiento paralelo de la información.

“Mientras que el libro encierra una totalidad en su interior, el hipertexto es una parcela del universo a explorar que propone el autor en función de una determinada construcción. Se trabaja, consiguientemente, con información en instantes paralelos y dependientes de las exigencias del usuario”Alberto García García[1].

El hipertexto como una nueva forma de procesar la información permite entender y construir una nueva realidad (hiperrealidad) donde el usuario deja de ser un actor pasivo, para ser el autor que propone su propio universo narrativo que no solo puede construir con textos sino también con sonidos e imágenes dando paso a la hipermedia.

Parafraseando al Dr. García, “Nuevos medios de comunicar implican nuevas formas de narrar, entender y procesar todo aquello de lo que somos partícipes. Los nuevos medios consiguen, de un modo u otro, formas inéditas de construcción de realidad.
El hipertexto estimula las fronteras infinitas de la imaginación”.

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[1] Alberto García García 2000 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid http://www.ucm.es/info/especulo/numero16/agarcia.html

viernes, 16 de marzo de 2007

Los procesos de virtualización en la escritura como tecnología intelectual

Nos permitimos utilizar las herramientas conceptuales (desterritorialización, heterogénesis y efecto moebius) que nos ofrece Pierre Levy[2] (1999) sobre la virtualidad, para entender por qué el texto, desde sus orígenes es un objeto virtual que conoce diferentes actualizaciones, traducciones, impresiones, interpretaciones, dependiendo del contexto y del sujeto. Destaco aquí dos modalidades de virtualización presentes en la escritura y en el libro: una, la separación del aquí y del ahora, ejercicio de desterritorialización por el cual la contingencia física, geográfica, deja de ser obstáculo; y dos, el movimiento permanente del interior al exterior y del exterior al interior (efecto moebius), condición humana que construye al ser individual y social. Estas modalidades de virtualización adquieren sentido en la mutación de identidad como recepción de la otredad (heterogénesis) y no en la desrealización, corolario de lo virtual como ausencia, cuando no de inexistencia.

La escritura constituye, entonces, un vector de virtualización: virtualización de la técnica, no como simple imitación de la lengua hablada o prolongación de un gesto, sino como traducción que alcanza la creación de un universo simbólico autónomo, por tanto, también virtualización del lenguaje. Por último, virtualización de la memoria, en tanto el texto actúa como registro, exterioriza una función cognitiva y permite volver a él en cualquier tiempo y espacio. La separación del aquí y del ahora en la palabra escrita comporta una doble desterritorialización: la del lenguaje articulado dado “en tiempo real”, que existe en tanto es emitido y se conserva en la memoria por la tradición oral en narraciones y relatos; y la del trazo en un soporte tangible que deviene en objeto, que deslocaliza y desincroniza el lenguaje, lo hace visible y transportable, no circunscrito a un espacio porque él mismo es ya lugar.

Hasta aquí, producir los sonidos articulados del lenguaje y juntar letras del alfabeto, no nos proporcionan una tecnología intelectual, en sentido estricto, es decir, aquella que es depósito de un saber, que lo hace visible y enunciable. Para decirlo en otras palabras: una tecnología intelectual, como la escritura, exige de una competencia para concebir símbolos expresivos. Esta exigencia intelectual se configura con la inextricable relación técnica-lenguaje-memoria, en una segunda modalidad de lo virtual: el movimiento del interior al exterior y del exterior al interior. La capacidad intelectual de expresar y comprender símbolos permite aprehender el mundo exterior, el afuera es concebido en un ejercicio de interiorización para luego ser materializado en una forma exterior; la escritura, que a su vez se mueve a otras formas de exterioridad (de registro): el papel, soporte milenario, o más contemporáneamente, el soporte digital.

Gracias a ese transformación de un modo a otro de ser (heterogénesis), aquello que era indisociable de una interioridad, de una subjetividad particular, correspondiente al ámbito de lo privado, se materializa en una forma exterior que lo hace público; pero que, a su vez, precisa de un nuevo proceso de interiorización (la lectura) para hacerlo efectivo: esto es, la relación con un otro, que presumimos pero que no conocemos, a través de un dispositivo tecnológico-expresivo-simbólico (mediación semiótica): la escritura, como forma expresiva, como memoria, ahora liberada de sus contenedores en el hipertexto electrónico.

[1] Esta denominación de la escritura como tecnología intelectual difundida por Pierre Levy fue introducida por primera vez por el antropólogo inglés Jack Goody.

[2] Ver: Levy, P. (1999) ¿Qué es lo virtual? y (1993) “Las tecnologías de la inteligencia. El futuro del pensamiento en la era informática”. Los trabajos de Pierre Levy son deudores, en mucho, de los aportes de André Leroi-Gourhan y su concepción de la comunicación está muy influida por la tendencia pragmática de la Escuela de Palo Alto.

Acercamiento a un marco de referencia conceptual sobre el hipertexto


Hay como un reclamo general, ambiental, porque toda tentativa de explicar lo que ocurre en cualquier campo de lo real descanse sobre bases teóricas firmes; en ciertas disciplinas se exige, incluso, aunque de manera un tanto mecánica, que se explique, antes de empezar a hacer nada, el "marco teórico" en el que se actuará.
Noé Jitrik, Temas de teoría, 1987

Un concepto puede leerse y abordarse desde diferentes puntos de vista, que cada vez más, atraviesan el campo de lo interdisciplinario; de allí la necesidad de la teoría como estructura para el estudio del hipertexto. Este documento pretende que la teoría y el ejercicio práctico se vuelvan parte del texto; es decir que formen parte del mismo espacio discursivo. En otras palabras, usamos el lenguaje hipertextual para construir nuestro marco de referencia conceptual sobre el hipertexto.


Antes de enunciar los referentes teóricos que estructuran el marco de referencia conceptual se hace necesario precisar el contexto de la reflexión. El contexto nos es dado, en primer término, por una necesidad de revisar y resituar el enfoque conceptual del hipertexto en la Especialización en Literatura con énfasis en producción de textos e hipertextos; un enfoque que en la teoría y en la práctica ha soslayado las transformaciones textuales dadas por la mediación tecnológica. Este último aspecto, constituye la base sobre la cual se asientan nuestras búsquedas y construcciones. De ninguna manera queremos reducir el hipertexto a una práctica concreta (la que se da en el ámbito electrónico), todo lo contrario, lo que pretendemos con este enfoque mediacional, es hacer evidente la siempre bienvenida recomendación de Jhon Dewey (1964): "No hay mejor teoría que una buena práctica".


No renunciamos, entonces, al inventario reflexivo de las concepciones sobre hipertexto, sino que hacemos de éste una forma de ejercicio metacognitivo hipertextual, que nos permita aprehender conceptos y prácticas. El reperterio es amplio, y muy posiblimente inabarcable, pero abrimos los trayectos posibles desde dos horizontes: el hipertexto como fenómeno cultural, estudiado por la filosofía, la comunicación, la literatura, etc.; y el hipertexto como desarrollo tecnológico, abordado contemporáneamente por la informática. Nuestro enfoque se sitúa en una suerte de convergencia de saberes o si se prefiere, exige, un diálogo interdisciplinario.


Nuestro enfoque es la experiencia mediada, base de la cultura, que se construye cada vez más gracias al intercambio simbólico con mediación tecnológica. La sociedad contemporánea encuentra su dinamismo en lo que acertadamente denominó Piscitelli (2002) la construcción tecnológica de la cotidianidad, que es en suma la cultura, donde emerge un nuevo tipo de sociabilidad que convive, no sin resistencias, contradicciones y reservas, con otras formas históricas de sociabilidad. Esta mediatización, caracterizada por el desenclave (Giddens, 1997) producto de la separación espacio-temporal, exige un nuevo modo en el diseño de las interacciones, unas gramáticas nuevas que estructuran, de un modo inédito, las prácticas sociales, incluida en éstas la educación.


Este contexto nos permite, en primera instancia, reconocer con Eliseo Verón, la edad de dieciocho siglos del hipertexto y su aparición gracias a la primera tecnología intelectual (Levy, 1999): la escritura. Con base en estos dos primeros referentes teóricos aventuramos, entonces, una primera apuesta conceptual: un texto es siempre un hipertexto , en tanto es producto de una red de asociaciones; por tanto el hipertexto no se limita a crear vínculos entre unidades de texto, lo que crea el hipertexto son verdaderos mundos de significación. Esto, de alguna manera, ya había sido anunciado por Theodor Nelson en su Literary Machine (1980): en la cultura escrita cada texto está conectado a los demás, de forma ímplicta o explícita. Es lo que los teóricos de la literatura han denominado intertextualidad. Para plantearlo en términos de Levy:


“¿Qué es la significación? ¿En qué consiste el acto de dar sentido? La operación elemental de la actividad interpretativa es la asociación; dar sentido a un texto cualquiera tiene que ver con vincularlo, conectarlo con otros textos, es decir, construir un hipertexto. Se sabe que diferentes personas brindan sentidos distintos e incluso opuestos a un mensaje. Es que si el texto es el mismo para cada uno, el hipertexto puede ser totalmente diferente. Lo que cuenta es la red de relaciones en la que está inscrito el mensaje, el hilo semiótico que empleará el interpretante para captar el sentido.” (Levy, 1993)


Podrá argumentarse en este punto que un texto en un soporte estático como el libro es ya un texto realizado, sobre el cual difícilmente podrá darse una transformación de la unidad semántica del mismo. Es cierto, pero también lo es que del proceso de lectura podrá surgir otro (hiper) texto que, posiblemente, no tenga nada que ver con las intenciones del autor que leemos, pero que tiene todo que ver con nuestro universo de significaciones como lectores. Es la ruptura de la idea de una "lectura correcta". Es decir, no todos los lectores leen de la misma manera, incluso, aunque estos dos lectores participen de la misma cultura. Levy (1999) lo plantea de la siguiente manera: “la inteligencia del lector construye encima de las páginas lisas un paisaje semántico móvil y accidentado”; Eliseo Verón (1999) es menos poético pero más contundente: “Desde el punto de vista de las condiciones de reconocimiento, de lectura de un libro, el libro más tradicional que uno pueda imaginar tiene la estructura de un hipertexto” (Verón, 1999).

El hipertexto electrónico

Según Roger Chartier, no sólo en la ctleur un texto deviene en hipertexto (relación interior), también en la relación texto-cuerpo (relación de exterioridad) se encuentra el hipertexto. La evolución en el soporte es la evolución en la conquista de la libertad expresiva del autor y en la libertad interpretativa del lector. Esto se evidencia desde la tablilla de arcilla, un soporte duro que limitaba el trazo a líneas rígidas que conformaban caracteres dirigidos, básicamente, al ejercicio contable. La introducción del papiro no sólo amplió las posibilidades expresivas en la escritura (la creación de otros tipos de alfabetos, por ejemplo) sino que facilitó las posibilidades de difusión (transporte), almacenamiento y reproducción de los materiales producidos. Es decir, más que el mensaje, es el tipo de soporte el que modifica las relaciones espacio-temporales del texto y sus modos de producción[1].

Una de estas grandes mutaciones fue la que se dio con el paso del rollo (característico del papiro) al códice[2], a partir del siglo II de la era cristiana: “… para ser leído y por lo tanto desenrollado, un rollo debe ser sostenido con las dos manos: de ahí la imposibilidad para el lector, como lo muestran los frescos y los bajorrelieves, de escribir al mismo tiempo que lee y de ahí la importancia de la lectura en voz alta. Es con el códice como el lector conquista la libertad: apoyado sobre una mesa o en un pupitre, el libro en cuadernos no exige más una movilización total del cuerpo. El lector puede tomar sus distancias, leer y escribir al mismo tiempo, ir según su gusto de una página a otra, de un libro a otro. […] Por último, es indudable que el códice permite una localización más simple y un manejo más cómodo del texto: hace posible la paginación, el establecimiento de índices y concordancias, la comparación de un pasaje con otro, e inclusive la travesía del libro entero por el lector que lo hojea.” (Chartier, citado por Verón, 1999). Nuevamente vonvelmos a la sentencia concluyente de Eliseo Verón: El hipertexto nació pues hace unos dieciocho siglos”. (Verón, 1999)

Hasta este punto he insistido en los efectos desterritorializantes de la escritura y la modificación de éstos por la evolución en los sistemas de registro y transmisión, es decir por la evolución de la naturaleza técnica de los medios (el soporte). También he insistido en que la evolución de la naturaleza técnica implica cambios en la naturaleza expresiva. Esto es lo que ha sucedido con la digitalización del texto, gracias a la tecnología informática; ha potenciado y amplificado las posibilidades de la escritura y del texto en soporte estático. La libertad, de la que habla Chartier, lograda con el códice alcanza cotas inéditas con la red. La metáfora de John Perry Barlow (1998) en relación con la información, ilustra bellamente este proceso: “Liberada de sus contenedores, la información, no es, obviamente una cosa. […] La información es una acción que ocupa tiempo más que una presencia que ocupa espacio físico, como los artículos materiales. Es el lanzamiento, no la pelota de béisbol, es la danza, no el bailarín.” [cursivas mías]

El hipertexto electrónico amplía las velocidades en la localización que ya el códice había favorecido, pero además amplía las posibilidades de lectura y de escritura, disminuyendo las distancias entre autor y lector hasta el punto de que la actividad de recepción se convierte, potencialmente, en actividad de emisión. Amplía y diversifica las interfaces de usuario del libro: a los índices, paginación, pies de página, bibliografías, se agregan las búsquedas automáticas internas y externas, la vinculación interna entre bloques de texto (ejercicio intratextual) y la vinculación externa con otros hipertextos (ejercicio intertextual), los mapas de navegación y de ubicación interna del usuario en el texto, las posibilidades de modificación de vínculos y nodos. Estas interfaces de comunicación, de tipo estructural y expresivo, están conectadas, directamente con otras interfaces de usuario de tipo técnico, como el mouse y la pantalla de visualización.

En el hipertexto electrónico, el proceso de lectura, aunque se acerque cada vez más al de escritura, continúa siendo, utilizando las palabras de Chartier, un proceso individual de apropiación del sentido. El hipertexto electrónico ofrece siempre una matriz de textos potenciales que alcanzarán su punto de realización, sólo en la interacción con un usuario. En el reconocimiento de la lectura, es decir, en la entrada de la subjetividad humana a la secuencia textual (Levy, 1999) ya no hay solo una actividad interpretativa de actualización textual, sino una actividad de penetración e intervención de las unidades semánticas del texto que no ha sido posible con el libro; intervención que recupera la comunicación en directo y la posibilidad de construcción de hipertextos colaborativos. En palabras de Pierre Levy:

“Porque el texto contemporáneo, alimentado con enlaces en línea, conferencias electrónicas, corriendo por las redes, fluido, desterritorializado, dinámico, sumergido en el entorno oceánico del ciberespacio, reconstituye aunque de un modo diferente y a una escala infinitamente superior, la copresencia del mensaje y de su contexto viviente que caracteriza la comunicación oral. Una vez más los criterios cambian, y se acercan a los del diálogo o la conversación: pertinencia en función del momento, lectores y lugares virtuales; brevedad gracias a la posibilidad de apuntar inmediatamente las referencias; eficiente, pues darle un servicio al lector (y especialmente ayudarle a navegar) es el mejor medio para diferenciarse bajo el diluvio informacional” (Levy, 1999)

El ejercicio de la hipertextualidad electrónica es un ejercicio, de suyo, colectivo. Recordemos a Levy (1999): el papel de los hipertextos es poner en común no sólo los textos sino también la red de asociaciones. Esto es posible gracias a la sincronización y a la re-localización de emisores y receptores, autores y lectores que promueven las redes telemáticas[3]. La unidad de acción disociada en la escritura de la unidad de tiempo y lugar se restablecen y, con ello, la comunicación en tiempo real. El contexto se recupera como centro de la comunicación, es decir, es en el acto comunicativo, en la interacción que se construye el contexto y el sentido: “el contexto lejos de ser un dato estable, es una apuesta, un objeto perpetuamente reconstruido y negociado. […] El sentido emerge y se da en situación, es siempre ubicable, transitorio.” (Levy, 1993)

La red es espacio que compartimos a través de la interconexión, es un lugar común que habitamos en los intercambios, en las relaciones, en los actos de comunicación. Aldea Global (McLuchan, 1971), Tercer Lugar Universal (Michel Serres, 1995), Tercer Entorno (Javier Echeverría, 1999), todos estas denominaciones a lo que aluden es la transformación del espacio en al red, caracterizado por una topología basada en redes, no en recintos (Echeverría, 1999). La presencia en este espacio no es sustancia, sino acontecimiento, no es objeto sino acción que logra sus puntos de actualización, de realización en la interacción. Se puede hablar, entonces, de ambientes virtuales como entornos de la acción, con múltiples interfaces de comunicación que amplían cada vez más las posibilidades de la experiencia mediada en la sociedad contemporánea.

La tendencia contemporánea es a pensar la red como el gran hipertexto socio-técnico[4] conformado por una diversidad de interfaces, cada vez más micro. Ya no hay una única interfaz de usuario-máquina, hay múltiples interfaces que conforman el ecosistema comunicativo y cognitivo del hipertexto socio-técnico que es la red. Desde este punto de vista, en tanto que objeto virtual, el hipertexto electrónico se concibe como un entorno de acción, que revela la situación de copresencia de los sujetos, a través de múltiples interfaces (tecnológicas, lingüísticas, simbólicas); en tanto tecnología intelectual que potencializa y transforma el texto, el hipertexto electrónico se concibe como una orientación conjugada, convenida, consciente y voluntaria, hacia un fin común: el conocimiento[5]. “Concepción y uso son las dimensiones complementarias de una misma operación elemental de conexión, con sus efectos de reinterpretación, de construcción de nuevos significados.” (Levy, citado por Scolari, 2004)



[1] Sobre el particular ver: Giddens (1997, 30-40)

[2] Tipo de organización del libro en páginas cosidas en conjunto.

[3] El término telemático surge de la convergencia de dos tecnologías: las telecomunicaciones o comunicaciones a distancia (cuya máximo exponente sigue siendo el teléfono), y la informática (el computador)

[4] Este término se encuentra en toda la obra de Levy, pero también lo han trabajado otros autores, particularmente recomiendo el texto de Carlos Scolari (2004)

[5] El conocimiento se entiende aquí, siguiendo a Von Foerster como “[…] un conjunto de procesos que integran las experiencias pasadas y presentes para conformar nuevas actividades, ya sea como actividad nerviosa internamente percibida como pensamiento y voluntad, o externamente perceptible como lenguaje y movimiento”. (1996, 189)

Un texto es siempre un hipertexto

Dos rasgos de esta primera tecnología intelectual son fundamentales:los procesos de desincronización y deslocalización que se dan por el registro de lo escrito en un soporte estático (virtualización de la memoria). La escritura separa el tiempo de emisión del tiempo de recepción del mensaje, con lo cual desaparece el contexto: “por primera vez los discursos pueden separarse de las circunstancias particulares en las que fueron producidos” (Levy, 1993). Los mensajes fuera de contexto empiezan a abundar y consecuentemente las distancias entre autor y lector se incrementan; de allí la urgencia de la actividad interpretativa: la atribución del sentido por parte de la instancia receptora adquirió una gran importancia. Ya no existía la mediación del juglar, del poeta que ajustaba los relatos a las circunstancias de su auditorio, estaba el lector solitario, frente a un texto que se bastaba a sí mismo.

Esta nueva relación con el tiempo y el espacio que se traduce en el surgimiento de la comunicación en diferido (la escritura) en contraposición de la comunicación en tiempo real (la oralidad), funda, a su vez, unas nuevas relaciones con el saber: de un conocimiento concreto, emotivo, fuertemente vinculado con las experiencias personales y basado en el rito y el relato, se pasa a un conocimiento organizado modularmente, abstracto y objetivado, fundamentado en la teoría. Esa carencia de las virtudes de la oralidad, se traducen en un factor productivo en la escritura: la separación del autor y el lector, la imposibilidad de interactuar en situación se convirtieron en los principales elementos de una nueva forma de ver y entender el mundo. De allí que la escritura se convierte en muy poco tiempo en el lenguaje de la ciencia: sistemático, modular, lógico y crítico.

Hasta aquí hemos clarificado por qué un texto es un objeto virtual y una tecnología intelectual; pero ¿por qué insistir en que un texto es un hipertexto? Para respondernos esta pregunta volvamos a la urgencia de la actividad interpretativa que surgió con la escritura y al ejercicio de la lectura como conexión entre emisor y receptor, como interfaz de comunicación que nos permite navegar y cartografiar el texto. Cuando el texto llega al lector es un objeto portable y transportable en el sentido material del término, esto en su forma exterior; pero en su forma interior es una entidad autónoma llena de interfaces que organizan su contenido y orientan al navegador-lector. Es en la relación con este interior en la que adquiere sentido el texto: cuando leemos, también jerarquizamos y seleccionamos áreas de sentido, establecemos vínculos con zonas del mismo texto (intratextual) o con otros textos (intertextual), tomamos notas al margen, en fin, creamos nuestro propio texto.

Según Roger Chartier, no sólo en la lectura un texto deviene en hipertexto (relación interior), también en la relación texto-cuerpo (relación de exterioridad) se encuentra el hipertexto. La evolución en el soporte es la evolución en la conquista de la libertad expresiva del autor y en la libertad interpretativa del lector. Esto se evidencia desde la tablilla de arcilla, un soporte duro que limitaba el trazo a líneas rígidas que conformaban caracteres dirigidos, básicamente, al ejercicio contable. La introducción del papiro no sólo amplió las posibilidades expresivas en la escritura (la creación de otros tipos de alfabetos, por ejemplo) sino que facilitó las posibilidades de difusión (transporte), almacenamiento y reproducción de los materiales producidos. Es decir, más que el mensaje, es el tipo de soporte el que modifica las relaciones espacio-temporales del texto y sus modos de producción. [1]

Una de estas grandes mutaciones fue la que se dio con el paso del rollo (característico del papiro) al códice[2], a partir del siglo II de la era cristiana: “… para ser leído y por lo tanto desenrollado, un rollo debe ser sostenido con las dos manos: de ahí la imposibilidad para el lector, como lo muestran los frescos y los bajorrelieves, de escribir al mismo tiempo que lee y de ahí la importancia de la lectura en voz alta. Es con el códice como el lector conquista la libertad: apoyado sobre una mesa o en un pupitre, el libro en cuadernos no exige más una movilización total del cuerpo. El lector puede tomar sus distancias, leer y escribir al mismo tiempo, ir según su gusto de una página a otra, de un libro a otro. […] Por último, es indudable que el códice permite una localización más simple y un manejo más cómodo del texto: hace posible la paginación, el establecimiento de índices y concordancias, la comparación de un pasaje con otro, e inclusive la travesía del libro entero por el lector que lo hojea.” (Chartier, citado por Verón, 1999). Nuevamente volvemos a la sentencia concluyente de Eliseo Verón: El hipertexto nació pues hace unos dieciocho siglos”. (Verón, 1999)




[1] Sobre el particular ver: Giddens (1997, 30-40)

[2] Tipo de organización del libro en páginas cosidas en conjunto.


sábado, 10 de marzo de 2007

Hipertexto y Literatura

“La escritura tradicional tiene más links que la electrónica; una buena página de papel puede llevar a más de 500 lugares sin necesidad de hacer click”.

Xavier Velasco

Si bien se encuentran posiciones que contraponen las posibilidades que ofrece el hipertexto electrónico, en relación con las del texto impreso, concretamente las referidas a la literatura, también las hay orientadas a una acción conciliadora que reconoce en la obra escrita una hipertextualidad que, por prescindir del click, obliga a caminos menos expeditos para recorrer los trayectos que el lector puede descubrir y rastrear en el acto de lectura. Por tanto, reconocidos autores han hecho evidente que el libro impreso y el computador no son excluyentes sino complementarios.

Así, Milorad Pavic’ (Belgrado, 1929) escritor y profesor de literatura serbia, se convierte en uno de los pioneros en la utilización de las nuevas tecnologías en la creación literaria cuando, desde sus tempranas obras, rompe las barreras de la hipertextualidad. La estructura abierta que sus novelas adquieren, a partir de 1984, está en clara oposición con el orden impuesto por la imprenta.

Como heredero de un especial interés por la oralidad y la figura del “cantor de historias”, legado de su cultura popular servia, Pavic’ considera que la creación literaria debería recuperar su verdadera condición verbal (del Verbo, logos), perdida cuando empezó a registrarse en lo que se ha dado en llamar la Galaxia Gutemberg, es decir, en la, para entonces, nueva tecnología de la imprenta.

Milorad Pavic’ busca, en el artificio de su construcción, plurivocidad y vínculo con la tradición oral que caracterizaba a los textos antiguos, y el nuevo medio virtual, que aparece como alternativa, le abre las puertas a un espacio en el que imagen, palabra y sonido vuelven a confluir.

Un referente más es el del escritor mexicano Xavier Velasco, quien antes de recibir el Premio Alfaguara de novela, 2003, con la que fue considerada su primera novela Diablo Guardián, ya tenía otras escritas, no de modo tradicional, sino en internet, dado que encontró en el computador una posibilidad de experimentación diferente en la que, además de trasladar la lectura hacia otros sitios de la red, le daba valor agregado al texto con elementos audiovisuales como fotografía, video, música y sonidos, que estaban a la mano del lector.

Otra ingeniosa manera de transgredir la lectura lineal de un texto fue la creada en 1963 por Juan Esteban Fassio, un lector de Julio Cortázar, quien ideó una máquina llamada Rayuela-O-Matic para hacer una lectura diferente de la novela de Cortázar, que nunca trascendió la hoja de papel.

Se trataba de un gran mueble con cajones, incluido uno para tener vino y mate a la mano durante la lectura, y una cama. Cada cajón debía contener un capítulo de la novela, y el mueble debería programarse por medio de un sistema de botones para que, al cerrar un cajón, se abriera otro con un nuevo capítulo para leer.

Una idea de esta índole podría considerarse como precursora de la búsqueda de conexiones para leer la novela, motivada por la posibilidad que el mismo autor ofrece de una o varias lecturas de la novela, una lineal, otra basada en un mapa de navegación sugerido por el autor y otra, en una libertad explícita para que el lector recorra el texto en el orden que él desee, con la garantía de unidad de sentido en cualquiera de sus elecciones.

Por otra parte, Jaime Alejandro Rodríguez, profesor de la cátedra de Hipertexto, en la Universidad Javeriana, tiene en la red su propia novela Gabriella infinita, que incluye textos, música, gráficas, juegos de video y otros complementos que, para lo presentado hasta el momento, no representa novedad. Sin embargo, llama la atención que aunque el propósito firme del escritor era publicarla –después de más de cinco lustros de haberla empezado a escribir-, su carácter fragmentario le impidió hacerlo. “Mi intención era poder llevar la novela al papel e incluir en la edición un disquete que permitiera al usuario encontrar todas esas posibilidades extras. Pero entonces llegó internet y me di cuenta de que era el campo ideal para el texto. El texto fragmentado y enlazable está dándoles nuevas posibilidades a los lectores, contrario al libro impreso. La tares de evolucionar, agregar y quitar cosas al texto permite hablar, por fin, de una estructura infinita para la literatura”, afirma en una entrevista para la revista Cambio.

Aunque difícilmente cejarán las discusiones en el controvertido tema del hipertexto electrónico y el texto impreso, es claro que siguen abriéndose inmensas posibilidades en el internet y en la literatura en su forma escrita.

viernes, 9 de marzo de 2007

El hipertexto: un punto de encuentro

El hipertexto: un punto de encuentro

A lo largo de la historia, el hombre ha tenido la necesidad de compartir espacios para intercambiar pensamientos, conocimientos, deseos, emociones y sentimientos; ha necesitado espacios para interactuar con el otro y consigo mismo. Para satisfacer esas necesidades, ha establecido unos puntos de encuentro; algunos, han sido predeterminados por: su naturaleza social (interrelación), la imposición de leyes (religiosas-políticas), la eventualidad y por simple curiosidad.

Algunos puntos de encuentro predeterminados eran los ritos de adoración y celebraciones en los que participaban por voluntad propia en honor a las deidades. Los griegos, por ejemplo, se reunían en el ágora para deleitarse con los cantos poéticos de rapsodas y poetas, éste era un punto de encuentro eventual; mientras que en el Medioevo, el punto de encuentro era obligado, pues debían asistir a las celebraciones religiosas para demostrar su fe, quienes no lo hacían eran juzgados. Otro punto de encuentro eventual consigo mismo y con otros era el manuscrito al cual sólo podían acceder unos pocos privilegiados. A partir de la imprenta se ampliaron las posibilidades de este punto de encuentro (con el autor, con otros lectores, con otras culturas). En la modernidad se fueron estableciendo lugares en las ciudades como parques y teatros a los que asistían por placer o condición social. En la época actual, el hombre busca estos sitios de encuentro a través de algunas herramientas tecnológicas, pues éstas le ofrecen diversas posibilidades de encontrarse con otros desde su propio espacio (Transmutación geográfica, Javier Echeverría, 1994).

Entonces, los mass-media se convierten en el ágora contemporáneo, en el sitio de encuentro; algunos hacen del telepólita un participante pasivo, como espectador (la t.v); otros; como la interfaz lo hace partícipe activo, ya que puede comunicarse con otros, viajar a lugares lejanos sin moverse de su espacio físico, abordar textos, etc, puede elegir una de tantas posibilidades que le brinda la pantalla. En este sentido, el hipertexto electrónico es un punto de encuentro

jueves, 8 de marzo de 2007

Imagen del autor

Dentro de esta heterogénesis de los elementos fundacionales de la literatura, suscitada por la literatura hipertextual, el autor -autoridad y autorizado del texto- sufre también su propia des-centralización.

En las literaturas clásicas el autor jugaba un papel protagónico como revelador, medium y decodificador de unos mensajes divinos, ancestrales, naturales o incluso instintivos. Es así que su condición, aunque no del todo pasiva, presentaba una carencia notable de omnisciencia y omnipresencia absoluta en el universo interior del texto. La imagen política del texto -descentrada- o más bien con un centro "móvil", planteaba que la idea de autoría en un texto fuese entendida desde una perspectiva que colindaba con el anonimato. El texto bautizado como "anónimo" era el texto de lo colectivo, el que se entendía no como producción visceral, sino más bien como producción social y múltiple que devenía de un ejercicio esencial y de vinculación cósmica. El anonimato funcionaba así como el llamado a la democracia narrativa que destruía las cadenas simbólicas para colonizar los campos semánticos de un texto: la literatura como un ejercicio de construcción y percepción colectiva.

En el momento mismo de darle a un sujeto la posibilidad de ejercer autoridad y autorización a una producción, la literatura sufre otra de sus grandes transfiguraciones. El libro se convierte en objeto "sagrado", "único" y estable. La página en blanco que simbólicamente nacía de la contemplación del libro como entidad anónima, se modifica para dar entrada al texto cerrado por aquél que le concedió su impronta: su identidad, su simiente, su autoridad.

El Ser político de la literatura con autor, se transforma rotundamente a un Ser participante de una experiencia literaria de carácter lineal. El rompecabezas del sentido surge de la realidad del mundo creado por el autor; por fuera de este mundo sólo hay anarquía; el sentido, entonces, es una negociación entre aquél que se acerca al texto y con-versa con la realidad propuesta por una autoridad superior: cualquier intervención a esta realidad no es más que simbólica, es sólo un juego de artilugio.

Esta idea de "comandancia" del texto plantea una brecha enorme entre la consideración de un autor y de un lector. Cada uno personifica un papel, siendo el segundo un sujeto pasivo en cuanto al desarrollo de la producción. Lo que el lector puede hacer del texto sólo puede ser considerado como ejercicio extratextual: el Texto "Original" -del Autor- permanecerá níveo e inmutable...Es omnipotente.

La literatura hipertextual entiende la separación del Autor con el Lector como una Unión íntima: el autor crea unos caminos múltiples para que un posible lector viaje a través de ellos y, desde su proia experiencia de viajero, los trascienda e incluso amplifique. La geografía lineal del texto se convierte en todo un universo pluriforme que genera una nueva condición de autoridad sobre el texto: un flamante personaje de la literatura...El autor-lector: viajero de un texto que él mismo ha creado.

Richard Uribe Hincapié

viernes, 2 de marzo de 2007

Comunicación e Hipertexto

De acuerdo con el enfoque comunicativo, el hipertexto es un instrumento interactivo que relaciona información en la cual se involucran códigos, tanto lingüísticos como no lingüísticos.

El código lingüístico está conformado por elementos estructurales denominados: lexia, según Landow y Barthes, citados por Ana Calvo Revilla[1], y textón y escriptón, según E.J.Aarseth, citado por la misma autora.

El término lexia designa nodos o secuencias textuales consideradas como unidades de lectura en las que el lector marca su propio eje de lectura textual. Según Landow “Una de las características fundamentales del hipertexto es estar compuesto de cuerpos de texto conectados, aunque sin eje primario de organización"[2].

El textón designa una cadena de grafemas que corresponden a lo escrito por el autor y el escriptón se refiere a una secuencia de textones construidos por el lector. Otros autores denominan el textón como significante y el escriptón como el significado.

El código no lingüístico es aplicable a elementos visuales y acústicos. Los visuales incluyen imágenes, diagramas, mapas y otros, que dan origen a iconos que pueden ser comprendidos por diversas comunidades linguísticas, creándose así un lenguaje universal, también conocido como lenguaje total. Los acústicos, como el sonido ambiente, los efectos del sonido y la música, integrados a los visuales, conforman la hipermedia.

De este modo, el hipertexto permite mayor velocidad de navegación y asociación entre los contenidos, lo cual modifica los procesos cognitivos y conlleva a la aparición de un marco síquico diferente que posibilita un aprendizaje autónomo, replantea modelos pedagógicos convencionales y favorece prácticas educativas abiertas y flexibles.




[1] Calvo R, Ana en Revista Espéculo No 22: Lectura y escritura en el hipertexto p.2


[2] G.P. Landow (1995), Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología, Barcelona, Paidós, p.74. Citado por Ana Calvo Revilla en Revista Espéculo No 22: Lectura y escritura en el hipertexto p.2

URL: http:/www.ucm.es/info/especulo/número 22/hopertext.htm

La Arqueología

La Arqueología

Para tener una idea de la arqueología en Foucault, es necesario remitirse a la historia, particularmente a una herramienta investigativa muy usada por la misma: el documento. De ésta, sostiene que la tarea de la historia o, más bien, de los historiadores, no es interpretarlo ni mirar si es veraz o si tiene valor expresivo, sino trabajarlo desde el interior y elaborarlo.

La ausencia del ejercicio interpretativo conjuraría la subjetividad entendida como una propuesta de sentido o de significado, es decir, la atribución particular como resultado de una actitud analítica y autoreferencial de un sujeto. Al mismo tiempo, restituye la objetividad, no como una pretensión de una verdad dogmática o preescriptiva, sino como la configuración de la economía de una realidad y no la realidad, entendida esta última como algo universal, mientras que la primera sería particularmente objetiva y que se resuelve en la subjetualidad del ojo que enfoca el objetivo y determina qué desea mirar.

En esta instancia, entra en escena la arqueología como una tendencia de la historia con una función muy particular: la restitución del discurso histórico. Esto tiene varias consecuencias.

Primero, la multiplicación de rupturas en la historia, es decir, no sólo es la caída de Bastilla, por ejemplo, lo que da inicio a la Revolución Francesa, sino que son una serie de acontecimientos no planeados de carácter ideológico, político, cultural que las fuerzas de la conservación no logra resistir y que, por tanto, la fracturan; el asunto es que sólo que conoce la más universal y tenemos poco conocimiento de otras rupturas y de las motivaciones detrás de ellas.

Segundo, la noción de discontinuidad ocupa un lugar mayor en las disciplinas históricas; lo que significa que, debido a las inadvertidas mutaciones orgánicas del espacio y el tiempo, se asumen valores o formas colectivas del pensamiento que anteriormente eran inpensables. Por ejemplo, el principal verdugo del cristianismo en sus inicios, Roma, finalmente termina convertido. ¿Cuál o cuáles fueron las auténticas rupturas que tuvieron como consecuencia esta discontinuidad?

Tercero, el tema y la posibilidad de la historia global (la historia estereotipada) comienzan a borrarse, y se esbozan los lineamientos diferentes y nuevos de una historia general (distintas series, fracturas, umbrales, cortes, mutaciones, etc). Esto implica un derrumbe de los íconos, de las versiones de las narraciones históricas, de los valoras culturales y se instaura el espíritu de la sospecha y el escepticismo.

Y finalmente, la historia nueva encuentra cierto número de problemas metodológicos en los procesos investigativos, muchos de los cuales le eran ampliamente preexistentes, pero cuyo manejo la caracteriza ahora.

 
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