viernes, 16 de marzo de 2007

El hipertexto electrónico

Según Roger Chartier, no sólo en la ctleur un texto deviene en hipertexto (relación interior), también en la relación texto-cuerpo (relación de exterioridad) se encuentra el hipertexto. La evolución en el soporte es la evolución en la conquista de la libertad expresiva del autor y en la libertad interpretativa del lector. Esto se evidencia desde la tablilla de arcilla, un soporte duro que limitaba el trazo a líneas rígidas que conformaban caracteres dirigidos, básicamente, al ejercicio contable. La introducción del papiro no sólo amplió las posibilidades expresivas en la escritura (la creación de otros tipos de alfabetos, por ejemplo) sino que facilitó las posibilidades de difusión (transporte), almacenamiento y reproducción de los materiales producidos. Es decir, más que el mensaje, es el tipo de soporte el que modifica las relaciones espacio-temporales del texto y sus modos de producción[1].

Una de estas grandes mutaciones fue la que se dio con el paso del rollo (característico del papiro) al códice[2], a partir del siglo II de la era cristiana: “… para ser leído y por lo tanto desenrollado, un rollo debe ser sostenido con las dos manos: de ahí la imposibilidad para el lector, como lo muestran los frescos y los bajorrelieves, de escribir al mismo tiempo que lee y de ahí la importancia de la lectura en voz alta. Es con el códice como el lector conquista la libertad: apoyado sobre una mesa o en un pupitre, el libro en cuadernos no exige más una movilización total del cuerpo. El lector puede tomar sus distancias, leer y escribir al mismo tiempo, ir según su gusto de una página a otra, de un libro a otro. […] Por último, es indudable que el códice permite una localización más simple y un manejo más cómodo del texto: hace posible la paginación, el establecimiento de índices y concordancias, la comparación de un pasaje con otro, e inclusive la travesía del libro entero por el lector que lo hojea.” (Chartier, citado por Verón, 1999). Nuevamente vonvelmos a la sentencia concluyente de Eliseo Verón: El hipertexto nació pues hace unos dieciocho siglos”. (Verón, 1999)

Hasta este punto he insistido en los efectos desterritorializantes de la escritura y la modificación de éstos por la evolución en los sistemas de registro y transmisión, es decir por la evolución de la naturaleza técnica de los medios (el soporte). También he insistido en que la evolución de la naturaleza técnica implica cambios en la naturaleza expresiva. Esto es lo que ha sucedido con la digitalización del texto, gracias a la tecnología informática; ha potenciado y amplificado las posibilidades de la escritura y del texto en soporte estático. La libertad, de la que habla Chartier, lograda con el códice alcanza cotas inéditas con la red. La metáfora de John Perry Barlow (1998) en relación con la información, ilustra bellamente este proceso: “Liberada de sus contenedores, la información, no es, obviamente una cosa. […] La información es una acción que ocupa tiempo más que una presencia que ocupa espacio físico, como los artículos materiales. Es el lanzamiento, no la pelota de béisbol, es la danza, no el bailarín.” [cursivas mías]

El hipertexto electrónico amplía las velocidades en la localización que ya el códice había favorecido, pero además amplía las posibilidades de lectura y de escritura, disminuyendo las distancias entre autor y lector hasta el punto de que la actividad de recepción se convierte, potencialmente, en actividad de emisión. Amplía y diversifica las interfaces de usuario del libro: a los índices, paginación, pies de página, bibliografías, se agregan las búsquedas automáticas internas y externas, la vinculación interna entre bloques de texto (ejercicio intratextual) y la vinculación externa con otros hipertextos (ejercicio intertextual), los mapas de navegación y de ubicación interna del usuario en el texto, las posibilidades de modificación de vínculos y nodos. Estas interfaces de comunicación, de tipo estructural y expresivo, están conectadas, directamente con otras interfaces de usuario de tipo técnico, como el mouse y la pantalla de visualización.

En el hipertexto electrónico, el proceso de lectura, aunque se acerque cada vez más al de escritura, continúa siendo, utilizando las palabras de Chartier, un proceso individual de apropiación del sentido. El hipertexto electrónico ofrece siempre una matriz de textos potenciales que alcanzarán su punto de realización, sólo en la interacción con un usuario. En el reconocimiento de la lectura, es decir, en la entrada de la subjetividad humana a la secuencia textual (Levy, 1999) ya no hay solo una actividad interpretativa de actualización textual, sino una actividad de penetración e intervención de las unidades semánticas del texto que no ha sido posible con el libro; intervención que recupera la comunicación en directo y la posibilidad de construcción de hipertextos colaborativos. En palabras de Pierre Levy:

“Porque el texto contemporáneo, alimentado con enlaces en línea, conferencias electrónicas, corriendo por las redes, fluido, desterritorializado, dinámico, sumergido en el entorno oceánico del ciberespacio, reconstituye aunque de un modo diferente y a una escala infinitamente superior, la copresencia del mensaje y de su contexto viviente que caracteriza la comunicación oral. Una vez más los criterios cambian, y se acercan a los del diálogo o la conversación: pertinencia en función del momento, lectores y lugares virtuales; brevedad gracias a la posibilidad de apuntar inmediatamente las referencias; eficiente, pues darle un servicio al lector (y especialmente ayudarle a navegar) es el mejor medio para diferenciarse bajo el diluvio informacional” (Levy, 1999)

El ejercicio de la hipertextualidad electrónica es un ejercicio, de suyo, colectivo. Recordemos a Levy (1999): el papel de los hipertextos es poner en común no sólo los textos sino también la red de asociaciones. Esto es posible gracias a la sincronización y a la re-localización de emisores y receptores, autores y lectores que promueven las redes telemáticas[3]. La unidad de acción disociada en la escritura de la unidad de tiempo y lugar se restablecen y, con ello, la comunicación en tiempo real. El contexto se recupera como centro de la comunicación, es decir, es en el acto comunicativo, en la interacción que se construye el contexto y el sentido: “el contexto lejos de ser un dato estable, es una apuesta, un objeto perpetuamente reconstruido y negociado. […] El sentido emerge y se da en situación, es siempre ubicable, transitorio.” (Levy, 1993)

La red es espacio que compartimos a través de la interconexión, es un lugar común que habitamos en los intercambios, en las relaciones, en los actos de comunicación. Aldea Global (McLuchan, 1971), Tercer Lugar Universal (Michel Serres, 1995), Tercer Entorno (Javier Echeverría, 1999), todos estas denominaciones a lo que aluden es la transformación del espacio en al red, caracterizado por una topología basada en redes, no en recintos (Echeverría, 1999). La presencia en este espacio no es sustancia, sino acontecimiento, no es objeto sino acción que logra sus puntos de actualización, de realización en la interacción. Se puede hablar, entonces, de ambientes virtuales como entornos de la acción, con múltiples interfaces de comunicación que amplían cada vez más las posibilidades de la experiencia mediada en la sociedad contemporánea.

La tendencia contemporánea es a pensar la red como el gran hipertexto socio-técnico[4] conformado por una diversidad de interfaces, cada vez más micro. Ya no hay una única interfaz de usuario-máquina, hay múltiples interfaces que conforman el ecosistema comunicativo y cognitivo del hipertexto socio-técnico que es la red. Desde este punto de vista, en tanto que objeto virtual, el hipertexto electrónico se concibe como un entorno de acción, que revela la situación de copresencia de los sujetos, a través de múltiples interfaces (tecnológicas, lingüísticas, simbólicas); en tanto tecnología intelectual que potencializa y transforma el texto, el hipertexto electrónico se concibe como una orientación conjugada, convenida, consciente y voluntaria, hacia un fin común: el conocimiento[5]. “Concepción y uso son las dimensiones complementarias de una misma operación elemental de conexión, con sus efectos de reinterpretación, de construcción de nuevos significados.” (Levy, citado por Scolari, 2004)



[1] Sobre el particular ver: Giddens (1997, 30-40)

[2] Tipo de organización del libro en páginas cosidas en conjunto.

[3] El término telemático surge de la convergencia de dos tecnologías: las telecomunicaciones o comunicaciones a distancia (cuya máximo exponente sigue siendo el teléfono), y la informática (el computador)

[4] Este término se encuentra en toda la obra de Levy, pero también lo han trabajado otros autores, particularmente recomiendo el texto de Carlos Scolari (2004)

[5] El conocimiento se entiende aquí, siguiendo a Von Foerster como “[…] un conjunto de procesos que integran las experiencias pasadas y presentes para conformar nuevas actividades, ya sea como actividad nerviosa internamente percibida como pensamiento y voluntad, o externamente perceptible como lenguaje y movimiento”. (1996, 189)

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