viernes, 25 de mayo de 2007

Las unidades del discurso

La puesta en escena de los conceptos como discontinuidad, ruptura, transformación, mutación, corte, pone en un plano muy difuso las fronteras de la historia de las ideas, del pensamiento o de las ciencias; además, hace cada vez más frágil la vigencia de sus contenidos y, por tanto, hace más evidente su comportamiento como hipertexto en la discontinuidad. En este sentido se hace necesario un estudio, en las Unidades del discurso, de sus nociones para ver qué impide, diversifica o dispersa la historia como hipertexto.

La noción de tradición trata de singularizar el tiempo en un conjunto de hechos sucesivos e idénticos; lo que genera una reducción de las diferencias, es decir, permite repensar la historia en la forma de la misma, instaurando un paradigma de pensamiento.

Las influencias proveen de soportes mágicos (idealizados) a los hachos de transmisión y comunicación: la historia que se conoce. Pero también se refiere a procesos de índole causal, es decir, explicativa a los fenómenos de semejanza y repetición: la historia que se repite. Y finalmente, liga y enlaza, a distancia y tiempo las unidades definidas como individuos, nociones, teorías y obras: la historia lineal.

Las nociones de desarrollo y evolución permiten reagrupar una sucesión de acontecimientos dispersos al poder ejemplar de vida. Esto significa que ciertos hechos históricos se convierten en eventos en tanto están planificados en el discurso como infortunios o aciertos del pasado para elaborar un ejercicio de conservación y mejoramiento. Por ejemplo, Medellín como ciudad industrial; luego violenta; y después, ciudad textil y emprendedora.

Finalmente, la mentalidad o de espíritu permiten establecer, en una época dada, una continuidad de sentido; lo que conlleva a la instauración de “La soberanía de una conciencia colectiva”.

En este sentido, Foucault llama la atención sobre cuál es la distinción entre las formas o géneros de las ciencias, la literatura, la filosofía, la religión, la historia y la ficción. Es más, en cuanto al opus, la obra o el libro “está envuelto en un sistema de citas de otros libros, de otros textos, de otras frases, como un nudo en una red”. Esta cita, entonces, nos sugiere que las ideas planteadas tienen un matiz hipertextual, como una economía de referentes siempre abiertos, heterogéneos con fracturas, esguinces, saltos y, por tanto, no puede considerarse como inmediata, en el sentido que está inacabada, como unidad cierta u homogénea; por el contrario, siempre existe una posibilidad de prolongación, extensión, antifaz o pliegue de la misma. Por ejemplo, ¿cuál es la frontera entre la Iliada y la Odisea además del título y la pasta? ¿Acaso Herodias, de Flaubert, no es una versión extendida de la historia bíblica de Juan el bautista? ¿Viernes o los limbos del Pacífico no está inspirada en Robinsón Crusoe?

Todos estos cuestionamientos llevan a plantear que el ejercicio que es necesario realizar dentro de las unidades discursivas “es análisis de su coexistencia, de su sucesión, de su funcionamiento mutuo, de su determinación recíproca, de su transformación independiente o correlativa.”.[1]



[1] Foucault, Michel (1997). La arqueología del saber. México: Siglo veintiuno.

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