viernes, 15 de junio de 2007

Hipertexto y el pensamiento asociativo.

El hipertexto según Martín Subbotín (1998),es una forma específica de organizar el material informativo que no está estructurado linealmente, sino a manera de red, en donde las relaciones establecidas en cada nodo son de correspondencia y no de subordinación, lo que ofrece al lector-autor más posibilidades para trazar y seguir rutas de lectura, sin que esto se convierta en algo confuso, pues el desplazamiento siempre está regulado por principios aunque muy diversos: cognoscitivos, operativos, psicológicos, estéticos, etc…

La intertextualidad se puede hacer desde el texto impreso(libro), sin embargo, la formación, la ampliación, la corrección y la proyección de esa red de información sólo es posible desde el computador, así el lector puede agregar y buscar información estableciendo vínculos específicos que luego le serán útiles para la creación de otro nodo o bloque de texto.

La red hipertextual es por naturaleza abierta, cambiable y aumentable, lo que permite la interacción simultánea o sincrónica de varios lectores-autores. Cabe destacar que en esa red las ligas son el soporte del texto y particularmente del literario, “nunca un nodo está aislado”, siempre se encuentra en una relación lógico-semántica (MLS) en la memoria del usuario por su pensamiento asociativo y que es facilitada por la herramienta técnica, ya que es difícil para la mente guardar en su base de datos toda la información que va insertando y construyendo.

MLS, Método lógico-semántico: programa elaborado en la ex U.R.S.S, sistema que tiene una serie de criterios para establecer o, en su caso no establecer relación directa entre varias premisas .El criterio principal es la posibilidad de ligar las premisas por medio de la lógica y generar las buenas secuencias textuales

miércoles, 6 de junio de 2007

Las formaciones discursivas

Dentro del campo de las Formaciones discursivas, se hace necesario describir los enunciados en el discurso y las relaciones que le son susceptibles. En este caso, un enunciado se entiende como un acontecimiento extraño que va ligado a la escritura o a la articulación de la palabra; se abre a otras formas o soportes residuales de la conservación de la memoria como son los manuscritos, los libros, etc.; es único en el sentido auténtico de la palabra, aunque se puede repetir, transformar y reactivar; y “va ligado no sólo a causas y efectos, sino a enunciados que lo preceden y lo siguen.”.[1]

Las unidades del discurso como la medicina, la gramática la economía política “¿no son nada, sino una agrupación retrospectiva por la cual las ciencias contemporáneas se hacen una ilusión en cuanto al pasado?” [2] Esto conlleva al planteamiento de cuatro hipótesis para comprender las descripciones de los enunciados en el discurso y las relaciones que implican.

Ø La primera: los enunciados se perfilan de diferentes maneras en la experiencia individual y social, por tanto son diferentes en su forma, se dispersan en el tiempo y constituyen un conjunto si se refieren a un solo y mismo objeto; por ejemplo, en la literatura, se trataría de mirar cuáles son las reglas y condiciones de posibilidad que dan lugar al orden del discurso que tenemos hoy de ella en comparación con otros fenómenos de ruptura o discontinuidades, y si estamos hablando de la misma literatura.

Ø La segunda: los enunciados se relacionan en grupos en los que habría que caracterizar, individualizar, definir su forma y tipo de encadenamiento. Los enunciados descriptivos, por su parte, permiten la organización del discurso literario. El amanuense observa, escucha, y escribe con la pluma en papel; elabora una reinterpretación, descarta o modifica elementos de la narración consecuentes con la moral cristiana, etc.; hasta que deja de ser el medio de registro e interpretación de la información, porque, al lado de él, al margen de él, aparece orgánicamente la imprenta, surgen otras técnicas y soportes narrativos.

Ø La tercera: se establecen los grupos de enunciación, determinando el sistema de los conceptos permanentes y coherentes que en ellos de encuentra en juego para analizar sus apariciones y dispersiones. En este caso, Foucault propone el análisis de la lengua desde los hechos gramaticales instaurados de una vez y para siempre. El sujeto, por ejemplo, que se encuentra bajo la categoría de nombre; palabra, definida como un signo de representación, mientras que para los lingüistas es un tipo de signo artificial: el signo lingüístico.

Ø La cuarta: es una síntesis de las hipótesis anteriores en la que las formas unitarias de los enunciados se presentan en la identidad y persistencia de los temas. Esto significa que habría que preguntar cuáles son las fronteras entre los temas o cómo funciona su organismo temático para ligarlo de manera tal que su fuerza interna forme una unidad. La tragedia de la condición humana, demos por caso, ¿es acaso un tema más literario que filosófico? El hipertexto, ¿es un tema más informático que literario o pertenece a la esfera de la comunicación?

En cualquiera de los casos anteriores, habría que identificar las dispersiones o los entrecruzamientos. En la formación de los discursos como condiciones de existencia, de conservación, desaparición o modificación, se encuentra otra compatibilidad con el hipertexto, puesto que posee propiedades que son susceptibles de delimitar aunque su movimiento sea errático y no se resuelva en la semántica inmóvil, sino en el reconocimiento las dinámicas irregulares del discurso, en las partículas etéreas del enunciado, .



[1] Foucault, Michel (1997). La arqueología del saber. México: Siglo veintiuno.

[2] Íbid

HIPERTEXTO: LA POLIFONÍA

En términos musicales la polifonía confiere expresión individual a cada componente, pero con el condicionante del sentido global, de armonía. Incluso el propio origen de la palabra en griego significa “mucha voz”: heterogeneidad, multiplicidad expresiva.

Desde el punto de vista de la literatura, Mijail Bajtin analizó a Fedor Dostoievsky con la idea de que un personaje reflejaba una manera de leer la realidad a través de la estructura de su discurso. Así entonces la novela, como una supuesta unidad cerrada, desplegaba una pluralidad de voces correspondida en la pluralidad de personajes que aparecían en ésta. En este sentido la literatura opera como un juego de múltiples conciencias definidas que “juegan” al dia-logos –a la heterogeneidad- con otras tantas conciencias para crear una obra (discurso del Yo en una trama social): el texto literario como el tejido de voces que dan cuenta de una realidad representándola; el propio conflicto con esta realidad “representada” sugiere una Presencia de ésta como interpretación, como “sentido”.

La comprensión del ejercicio literario como dialéctica de la construcción –como construcción de discurso a partir de diversas/múltiples voces- nos lleva a inferir lo literario como entidad polifacética de distintos horizontes, de diversidad de tonos y de múltiples planos.

La práctica polifónica en la literatura exige la presencia de unos sujetos: sujetos lectores, sujetos autores, sujetos personajes. Cada uno de ellos tiene potencia individual, su discurso hace parte constituyente de la representación de su propio Yo y su devenir por el mundo. En sí misma esa “representación de la realidad” deviene de un entramado heterogéneo de otras representaciones; aquí el sujeto tiene carácter, fuerza, existencia comprendida como una voluntad individual que funciona como bisagra entre la realidad del Yo (individual) y los Otros (social): hay una complejidad, una diversidad de horizontes. Este "individuo con voluntad" hace parte, entonces, de una entidad mayor: ambiciosa, identificadora, creadora de relatos cuya cualidad esencial es la pluralidad discursiva. Es así que la obra literaria (ya sea un soliloquio, un monólogo interior, un poema, una novela), funciona desde la perspectiva del discurso individual como producto de una disposición espacial, geográfica e histórica en el universo, fundamentada en una variabilidad de discursos formadores de otros discursos. Por consiguiente, la literatura propone una hermenéutica de la existencia del hombre desde su voluntad, potencia, esencia individual; proyectada, reflejada en sí misma como un producto del diálogo intenso de una colectividad.

En esa misma medida hay una transformación del tono, en donde la literatura recupera la tradición oral como generadora de identidad colectiva a través de la consolidación de un relato cooperativo. El diálogo se hace presente como hacedor de una conciencia superior que habla, que revela unas maneras de existir por medio de un texto: el libro habla por todos los hombres. Para dar cuenta de este Discurso del Hombre, la literatura, entonces, recurre a la Biblioteca del mundo: La Realidad (diversa, polifacética), para lograr desnudar esa humanidad escondida en cada indicio del universo. Es así que las fuentes de donde se nutre la literatura son heterogéneas tanto como los materiales desde donde construye las cartografías por donde el hombre se ha hecho Historia.

Por otra parte, la literatura proyecta desde la formas como construye sus discursos, una estructura de "múltiples planos": el individuo como organismo, como universo, así como el grupo de individuos que conforman una colectividad, e incluso como la disputa, el ejercicio de la coexistencia entre individuos e individuos en la esfera de una colectividad. En este sentido hay una "promiscuidad" discursiva que defiende la presencia del YO como cosmos en una entidad superior que confiere a la idea de la "masa" una cualidad excepcional como mente omnisciente, como traductora de las interpretaciones de lo sujetos en su continuo contacto con el tejido de lo colectivo. El hombre es "autónomo (se nombra a sí mismo) porque precisamente ha nombrado-hablado- a otros.

La literatura muestra su forma in-forma: no hay linealidad, sino heterogeneidad de formas; no hay visión, sino una multiplicidad de visiones; no hay sentido, sino –en términos de Roland barthes- “una explosión, una diseminación del sentido”.

martes, 5 de junio de 2007

La historia como hipertexto en Foucault

Foucault no elabora propiamente una propuesta explícita del hipertexto aunque sus planteamientos se comportan como tal. Él sostiene, por ejemplo, que la historia de las ciencias, el pensamiento, las ideas, la política, la filosofía y la literatura deben ser pensadas como discontinuidades o fenómenos de ruptura, es decir, no se trata de pensarla como épocas o siglos, como una forma de taxonomía del tiempo, sino que se trata de detectar las incidencias de las interrupciones: los desplazamientos y transformaciones de los conceptos. En este sentido, el umbral, la ruptura, el corte, la mutación, las series de series y la transformación son conceptos que permiten pensar la discontinuidad o las discontinuidades de la historia. También sostiene que ésta tiende a la arqueología y ésta, a su vez, permite la “restitución del discurso histórico”.

Además, sostiene que, en este contexto, la política, la filosofía y la literatura son categorías recientes articuladas en el siglo XIX, por tanto, no aplican para la Edad Media o la Época Clásica y sólo pueden entenderse por medio de hipótesis retrospectiva, juego de analogías formales o semejanzas semánticas. Esto significa, por ejemplo, que lo que entendemos por literatura griega o clásica, debería llamarse poética, como la denomina Aristóteles y haciendo el ejercicio de semejanza semántica. Y si lo que pretendemos es enunciarla como tal, entonces, tendríamos que asumir que es escritura, si elaboramos el juego de analogías formales. En este sentido, ambas podrían funcionar como hipótesis retrospectiva, lo que cambia es la lenguaje de la enunciación.

Esto conlleva a pensar que la historia, como la conocemos, no existe, pues es universal y, por tanto, no es objetiva y en este caso se hace necesario elaborar una diferenciación entre lo universal y lo objetivo desde este planteamiento.

Lo universal se refiere a un estereotipo, a un tipo de convención basado en una metodología para darle un sentido, cargado de intereses o necesidades a las fuerzas de poder vigentes en un punto muy singular entrecruzado en el tiempo y el espacio. Por ejemplo, el retrato idealizado de dioses y héroes, las narraciones mágicas de ciertos sucesos históricos o verdades que anteriormente eran inobjetables o se comportaban como dogmas o doctrinas, etc. Esto significa que es una manera de habitar el pensamiento dentro de un colectivo, lo cual no implica un ejercicio de objetivación.

La objetividad, por su parte, es una forma de mirada que no exige una interpretación, ni elementos de juicio y no es personal. Además se escapa a los estereotipos instaurados de la universalidad que, en ocasiones, reduce el margen de realidad observable; lo que conlleva a la disolución de los objetos y territorios históricos.

De manera que no se trata de la historia, sino de una historia con matices y comprensiones muy singulares; por ejemplo, el texto de Alberto Manguel da cuenta de este planteamiento desde el título: Leyendo imágenes: una historia privada del arte. También Vilem Flusser sostiene que la historia puede entenderse “como un desarrollo de esa división tripartita”, es decir, “los lados ontológico, ético y técnico […] Así pues, la historia nos ofrece tres modelos de trabajo: el trabajo clásico (comprometido), el trabajo moderno (investigador), y el trabajo presente (funcional).”.[1] Igualmente, Régis Debray comprende la historia desde la imagen dividida en tres momentos: la logosfera (la oralidad y la escritura), la grafosfera (la imprenta) y la videosfera (la imagen).

La historia, entonces, se comporta como hipertexto en tanto desborda límites de la historia esterotipada para instaurar una nueva perspectiva que depende más de las múltiples asociaciones significativas de las rupturas intertextuales en la indagación histórica y no de la hegemonía del pensamiento colectivo; lo que constituye, como consecuencia, un orden, una clasificación, una jerarquía y una inmovilidad un tanto arbitrarias y con pretensión de la objetividad, pero con un efecto universal.

Desde esta perspectiva, la historia adquiere movilidad, dinámica, fluctúa entre las redes del pensamiento y concilia territorios temáticos, epistemológicos, conceptuales, discursivos y contribuye al descubrimiento de nuevos juegos de verdad a través de sus rupturas, transformaciones orgánicas, mutaciones o cortes.



[1] Flusser, Vilém (1994). Los gestos: fenomenología y comunicación. Barcelona: Herder.

 
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